Los Maestros

“No existe en una escuela programa de mayor importancia que el de la selección de maestros. Programas, métodos, disciplina, instrucción y educación, todo esto será bueno o malo, según sea el maestro. El maestro es el alma de la escuela. De él deriva todo lo demás.
Lo complejo del problema reside en la delicadísima misión que a los maestros está encomendada. Es muy difícil erigirse en ejemplo y el maestro debería ser siempre: Ejemplo vivo de rectitud moral, de laboriosidad, de amor de estudio, de modestia efectiva, tacto, de discreción, de suavidad y de firmeza de carácter a la vez. Serio en su interior, el maestro habrá de exteriorizar un permanente espíritu cordial que brote de lo íntimo de su personalidad.
“El que no tenga contento en el corazón, que no se haga educador”, se ha dicho ya. Lo cierto es que quien se dedica a esta tarea ha de ser siempre joven, joven de espíritu al menos, para que en él sea un impulso de amor a lo que hace, la consagración absoluta a la obra a que se entrega. Su primera cualidad: el entusiasmo contagioso y alentador. Mas esto, con ser mucho, no lo será todo. El maestro ha de tener inteligencia para comprender y desarrollar un programa; ha de conocer los métodos para no andar a tientas, y ha de poseer la experiencia, y las buenas maneras y los buenos hábitos del orden, de puntualidad, de pulcritud, que pueden ser imitados por los alumnos. Un sereno espíritu de justicia tendrá que guiar todos sus actos; un perfecto dominio de su temperamento debe impedir que su conducta deje de ser, una vez siquiera, caballerosa y digna.”
Agustín Nieto Caballero
Una Escuela – 1966